Después de dos semanas explorando
un país tan maravilloso como Vietnam he decidido dedicarle una entrada para
expresar todas las sensaciones experimentadas en relación a la infancia entendida de una forma muy distinta.
Al decidir realizar este viaje
supe que me encontraría con una cultura
diferente a la que estoy acostumbrada, probablemente este fue el
motivo por el cual me decidí a emprender esta aventura. A pesar de las
advertencias y de la investigación previa sobre las diferencias culturales, una
vez instalada en la primera ciudad, supe que no estaba tan preparada como creía
para asimilar tanta información. Si tuviese que utilizar una sola palabra para
describir la sensación creo que escogería "impactante".
¿A
que me refiero con impactante? Lo primero que notas cuando llegas a
Vietnam es que no estás en Europa, parece realmente obvio pero hasta ese
momento para mí no lo era. Con un simple vistazo puedes observar innumerables
cosas que hacemos diferente. Como la falta de conciencia del espacio
personal, el elevado tono de voz de los hombres y el poco tono de las mujeres,
la obsesión por evitar el contacto con el sol para mantener la piel blanca, las
normas de conducción o la falta de ellas. Pero algo que no se ve a simple
vista, y que seguramente por defecto de profesión yo intenté buscar, es la
infancia.
Los primeros días en Hanoi, me
preguntaba ¿y los niños? Poco a
poco, me fui fijando y estaban allí. En las calles, en las tiendas de los
padres, en los parkings o en los restaurantes familiares. Lo primero que
pregunté, en cuanto tuve ocasión, fue saber las normas de escolarización que siguen,
por lo que me comentaron y me sorprendió gratamente, es que son las
mismas que las nuestras, primera cosa en común que encontré. Los niños deben
ser escolarizados a los tres años de edad, por lo que al ver tantos niños
supuse, y así me lo confirmaron, que ellos también están en verano.
A pesar de ello, y como pude
comprobar en el resto de ciudades que visité, no compartimos el mismo concepto
de verano y vacaciones. Aquí
cuando llega Junio lo primero que pensamos es en la playa, los juegos acuáticos
para los peques y en que es su momento de descansar, ya que durante el invierno
tienen los más parecido a una jornada laboral. Allí, los pequeños se
entretienen ayudando a los padres en sus negocios, sirven en los restaurantes,
atienden en las tiendas, ofrecen trineos en las dunas o incluso cobran la entrada en los parkings.
Probablemente una de las imágenes que más me impactó
fue cuando una niña de 4 años me preguntó si quería comprarle algo de la cesta que
llevaba cargada en sus pequeñas manos. Al
decirle que no me apetecían chicles, clínex ni tabaco, siguió recorriendo la
calle con la que supuse que era su hermana de unos 8 años, que también cargaba
otra cesta de mayor tamaño. Otra situación que me entristeció fue en la Bahía
de Halong, donde las mujeres se acercaban a los cruceros con pequeños botes a
vender artículos de todo tipo. Si tenían niños, estos les acompañaban durante
toda la jornada laboral, por lo que podías ver niños e incluso bebés, en los
botes des de que sale el sol, hasta que se pone.
Tengo que decir que no todo lo que vi en cuanto a los niños me
sorprendió negativamente. Me gustó ver como les enseñaban a respetar
a los turistas, y disfrutaba cuando les pedían que nos saludaran, en sus caras
se reflejaba inocencia y felicidad.
Algunos incluso, se pasean por los parques o zonas turísticas para practicar el
inglés, siempre vigilados por los padres que les esperan en algún banco con
cara de orgullosos. Se presentan educadamente y te explican que son estudiantes
por lo que les interesaría practicar el inglés contigo, la educación y la
elegancia con la que se presentan es realmente admirable.
Por otra parte, aprenden a jugar con lo poco que tienen,
no importa si en vez de balón tienen una botella de plástico vacía. Son niños conectados
con su entorno y muy estimulados, o mejor dicho, autoestimulados. Algo que ya
sabía, es que en Vietnam no existe la sobreprotección, los niños experimentan
con lo que tienen a su alcance y saben lo que deben y lo que no deben hacer, en
cuanto a seguridad se refiere.
Vietnam
es un país maravilloso, un país de contrastes que te deja una sensación
agridulce y te llena de experiencias y nuevos aprendizajes. Tener el
placer de observar una cultura tan diferente, y a pesar de que suene a tópico, te
permite valorar lo que tienes. Nuestros pequeños tienen la oportunidad de
disfrutar de su infancia y pueden seguir siendo niños el mayor tiempo posible.
Aunque una de las cosas que deberíamos aprender de ellos, es tener la capacidad
de entretenimiento y creatividad, ya que es admirable.
Todos
los pueblos de la tierra son iguales desde su nacimiento, todos los pueblos
tienen derecho a vivir, a ser libres y felices
- Ho
Chi Minh-